El Templo de las Estrellas

«Que mi oración sea como incienso para ti, mis manos alzadas, como ofrenda de la tarde» (Salmo 141, 2)

Así como el humo del incienso sube hacia lo más alto de las naves del templo, así también las oraciones de los peregrinos se alzan hacia el corazón de Dios. Y así como el aroma del incienso perfuma toda la basílica compostelana, de igual modo el cristiano, con el testimonio de su vida, impregna del buen olor de Cristo, el entorno en el que vive.

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