San Lázaro y el verdadero camino

En Sarria, en la rúa do Porvir, conocida como calle de los anticuarios, a la altura del cruce de El Lázaro encontramos esta capilla construida en el siglo XVIII, que guarda en su interior imágenes del siglo XVI y XVII. A lado de la capilla hay un cruceiro y antaño había aquí un hospital de enfermos de lepra.

En el camino, necesitamos la amistad: la de Lázaro, María y Marta de Betania. Entrar en la capilla para estar con Jesús es cultivar la amistad con Él. Una amistad que necesita ser renovada y cuidada. En nuestro camino a Compostela, pararnos a orar, a sentir su Presencia nos ayuda en nuestra andadura, símbolo de lo que es la existencia humana: una necesidad vital de encontrarnos con Dios, si no, nos quedamos vacíos, sin rumbo, sin horizonte, sin saber a dónde ir.

San Lázaro de Betania, ayúdanos a descubrir el verdadero camino.

Fernando Cordero Morales, ss.cc.

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San Martín del Camino, arte en hospitalidad

La iglesia de San Martín del Camino, de León, de humilde espadaña, está sumamente cuidada y con un retablo relativamente reciente, que preside un inmenso Cristo sobre un cuadro de tonos tenebrosos, a cuya izquierda se halla San Martín, el santo titular de la parroquia, montado a caballo y en actitud de cortar su capa para entregarla a quien la necesita.

En la población hay sendos albergues para peregrinos, uno público y otro privado. Es ésta una muestra de su tradicional hospitalidad. El catastro de Ensenada nos recuerda que en el siglo XVIII funcionaba un hospital que acogía a pobres, transeúntes y enfermos, a los que se les asistía con cama, lumbre, pan y manteca para hacer sopas.

¡Qué hermoso, en medio de nuestro caminar, encontrar lugares tan especializados en acoger, al estilo del gran Martín de Tours, el primer santo no mártir canonizado! Y es que la Caridad es, sin duda, la santidad con mayúsculas.

Fernando Cordero Morales, ss.cc.

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San Marcelo, la fortaleza en el día a día

La parroquia de San Marcelo puede que sea uno de los edificios de culto más antiguos de la ciudad de León. Fundada en al año 850 por el rey Ramiro I sobre una capilla preexistente edificada en el lugar que la leyenda marca como sitio en el que el centurión Marcelo hizo confesión pública de su fe; se supone que fue destruida por Almanzor, alrededor del año 995 y reconstruida varias veces. Donada a la catedral por el rey Sancho el Gordo, es el obispo Don Pedro quien acomete la primera reforma en el año 1096.

Marcelo fue un Centurión que pertenecía a la Legio VII Gemina. Su proceso tuvo lugar en dos pasos: primero en España, en León, ante el presidente o gobernador Fortunato (28 de Julio del 298) y en Tánger el definitivo, ante Aurelio Agricolano (30 de Octubre del mismo año).

Fortunato envió a Agricolano el siguiente texto causa del juicio contra Marcelo: “Manilio Fortunato a Agricolano, su señor, salud. En el felicísimo día en que en todo el orbe celebramos solemnemente el cumpleaños de nuestros señores augustos césares, señor Aurelio Agricolano, Marcelo, centurión ordinario, como si se hubiese vuelto loco, se quitó espontáneamente el cinto militar y arrojó la espada y el bastón de centurión delante de las tropas de nuestros señores”.

Ante Fortunato, Marcelo explica su actitud diciendo que era cristiano y no podía militar en más ejército que en el de Jesucristo, hijo de Dios omnipotente.

Fortunato, ante un hecho de tanta gravedad, creyó necesario notificarlo a los emperadores y césares y enviar a Marcelo para que lo juzgase su superior, el viceprefecto Agricolano. En Tánger, y ante Agricolano, se lee a Marcelo el acta de acusación, que él confirma y acepta, por lo que es condenado a la decapitación.

Marcelo, hombre de paz y de fuertes convicciones, nos muestra el camino del martirio rojo, el martirio de sangre. Todos estamos llamados al martirio. Nuestro martirio quizá es blanco, el de todos los días, el de la entrega diaria, oculta, sencilla, haciendo el bien sin que se note nuestro protagonismo.

San Marcelo, haznos fuertes en la entrega diaria.

Fernando Cordero Morales, ss.cc.

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San Gil, subir al monte, lugar de encuentro

La iglesia de San Gil se encuentra en la cuesta que asciende hacia el cerro de San Miguel, junto al arco del mismo nombre, pese a su austeridad exterior constituye unos de los templos más bellos de la ciudad de Burgos.

El templo se levanta en un pequeño montículo. En lo alto del monte, lugar de las bienaventuranzas, lugar privilegiado de encuentro con Dios. Necesitamos subir al monte para descubrir su presencia en esta naturaleza urbana de Castilla.

San Gil fue un abad benedictino y eremita de origen griego que vivió entre los siglos VI y VII. Algunas devociones populares resaltan su bondad cristiana, misericordia, delicadeza que demostraba con los pecadores y la llamada a la conversión.

A este santo se le atribuyen algunos milagros y fue llamado por la sociedad “Abogado de los pecadores”, específicamente por haber ayudado en su conversión de un rey; “Protector de pobres, tullidos, arqueros”, por haber sido herido por una flecha; “Abogado contra el miedo y el incubo”, por ayudar a una cierva en peligro; y “Defensor contra las enfermedades del cáncer y la epilepsia”, llamada «mal de San Gil».

Con San Gil subimos al monte, a implorar la salud y la misericordia de Dios.

Fernando Cordero Morales, ss.cc.

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Con San Roque, cuidamos la vida

La actual Capilla de San Roque, en Melide, en tierras de Galicia, se construyó en el año 1949 con materiales procedentes de las iglesias medievales derrumbadas de San Pedro y San Roque. La portada principal, una de las más hermosas del arte medieval gallego, proviene de la antigua iglesia de San Pedro. Tenemos un ejemplo de reconstrucción, de adaptación de materiales para seguir dando brillo y testimonio de fe con el paso de los siglos.

El titular de la actual capilla fue san Roque, un peregrino que se desplazó desde Montpellier a Roma. Recorrió Italia y se dedicó a curar a todos los infectados de la peste. Al parecer, falleció tras un largo período en prisión (acusado de espía) sin revelar quién era.

Roque nos recuerda el ejemplo de tantos médicos, enfermeros y personal sanitario que dan lo mejor de sí en las diferentes pandemias a las que la humanidad se ve abocada cada cierto tiempo. Damos gracias, con él, por todos los que cuidan de la vida y de la salud. Ellos viven inspirados en Mt 25: “porque estuve enfermo…”.

Fernando Cordero Morales, ss.cc.

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Santa Marina, el buen olor de la fe

Pasear por Santa Marina, del siglo XVI, es colmar los pulmones con el olor a leña y carbón que desprende el humo que se escapa de los hogares. Restos de un calor que abriga a los recios habitantes del invierno continental que asola la bimilenaria ciudad de León. Y alberga el honor y la nobleza perdida que marcó y conserva en el panteón de San Isidoro las regias osamentas, las más ilustres que conoció Europa.

Marina desprende el olor de la fe y de ser fiel hasta las últimas consecuencias. Fue decapitada en época romana y arrojada a un horno, pero su cuerpo nunca se quemó. Tras cortársele la cabeza, ésta golpeó el suelo dando tres botes. De esos tres lugares donde golpeó su cabeza manaron tres manantiales de agua, otorgando así el nombre de Aguas Santas al lugar, en Orense. Del manantial de Aguas Santas sigue manando agua en la actualidad y son miles los fieles que acuden a beber estas aguas milagrosas a las que se le atribuyen poderes curativos. Zurbarán la representó ataviada como una gran señora.

En el bautismo nos ungieron con el perfume de Cristo. Ojalá León, Orense y el mundo entero desprendan ese aroma de las buenas obras.

Fernando Cordero Morales, ss.cc.

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