Pasear por Santa Marina, del siglo XVI, es colmar los pulmones con el olor a leña y carbón que desprende el humo que se escapa de los hogares. Restos de un calor que abriga a los recios habitantes del invierno continental que asola la bimilenaria ciudad de León. Y alberga el honor y la nobleza perdida que marcó y conserva en el panteón de San Isidoro las regias osamentas, las más ilustres que conoció Europa.
Marina desprende el olor de la fe y de ser fiel hasta las últimas consecuencias. Fue decapitada en época romana y arrojada a un horno, pero su cuerpo nunca se quemó. Tras cortársele la cabeza, ésta golpeó el suelo dando tres botes. De esos tres lugares donde golpeó su cabeza manaron tres manantiales de agua, otorgando así el nombre de Aguas Santas al lugar, en Orense. Del manantial de Aguas Santas sigue manando agua en la actualidad y son miles los fieles que acuden a beber estas aguas milagrosas a las que se le atribuyen poderes curativos. Zurbarán la representó ataviada como una gran señora.
En el bautismo nos ungieron con el perfume de Cristo. Ojalá León, Orense y el mundo entero desprendan ese aroma de las buenas obras.
Fernando Cordero Morales, ss.cc.