Estamos en el mes de mayo, consagrado por la piedad de los fieles a María Santísima. Aunque la tradición de la devoción de treinta días a María, Tricesimum, se remonta al siglo XII, no será hasta el siglo XVII cuando se generalice la costumbre de honrar a la Reina del Cielo durante todo el mes.
Como peregrinos de la Pascua –en el tiempo del aleluya– hacia Pentecostés, un tiempo en el que María tendrá una nueva experiencia del poder creador del Espíritu Santo con vistas a la fecundidad de su maternidad divina (Juan Pablo II, 1987), nos vamos a encontrar con la Madre de Jesús en el parteluz del Pórtico de la Gloria, en el que aparece una representación del Árbol de Jesé, que nos explica plásticamente la Genealogía de Cristo, de acuerdo con el comienzo del Evangelio de San Mateo (Mt 1, 1-17) y con una metáfora vegetal que proviene de una profecía de Isaías (Is 11, 1).