31. Marcharé

Tema publicado con la autorización de «Carmen Murillo»

… «Ojalá podamos ser capaces de seguir caminando los caminos del viento, a pesar de las caídas, las traiciones y las derrotas, porque la historia continúa, más allá de nosotros y cuando ella dice adiós, está diciendo: hasta luego.» (Eduardo Galeano, «Los caminos del viento»).

El camino es como una bella metáfora de la vida misma: tiene punto de partida y punto de llegada, días buenos y días malos, encuentros y desencuentros. Y se recorre en muchas y diferentes etapas.

Es bueno saber leer la propia vida como historia y los pasos que damos como camino a algún sitio. Y en cada etapa conquistada, en cada meta alcanzada, las mismas preguntas: ¿qué he aprendido? ¿ qué he vivido? y la más desconcertante de todas: ¿ahora qué?

Toca, de todos modos, agradecer. Y, recompuestos de nuevo de alma y cuerpo, comprender que la marcha continúa de otra maneraCon versos de amor en la boca y en las manos.  Liberando los pies, volviendo a volar.

Susana Melero Leal

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San Marcelo, la fortaleza en el día a día

La parroquia de San Marcelo puede que sea uno de los edificios de culto más antiguos de la ciudad de León. Fundada en al año 850 por el rey Ramiro I sobre una capilla preexistente edificada en el lugar que la leyenda marca como sitio en el que el centurión Marcelo hizo confesión pública de su fe; se supone que fue destruida por Almanzor, alrededor del año 995 y reconstruida varias veces. Donada a la catedral por el rey Sancho el Gordo, es el obispo Don Pedro quien acomete la primera reforma en el año 1096.

Marcelo fue un Centurión que pertenecía a la Legio VII Gemina. Su proceso tuvo lugar en dos pasos: primero en España, en León, ante el presidente o gobernador Fortunato (28 de Julio del 298) y en Tánger el definitivo, ante Aurelio Agricolano (30 de Octubre del mismo año).

Fortunato envió a Agricolano el siguiente texto causa del juicio contra Marcelo: “Manilio Fortunato a Agricolano, su señor, salud. En el felicísimo día en que en todo el orbe celebramos solemnemente el cumpleaños de nuestros señores augustos césares, señor Aurelio Agricolano, Marcelo, centurión ordinario, como si se hubiese vuelto loco, se quitó espontáneamente el cinto militar y arrojó la espada y el bastón de centurión delante de las tropas de nuestros señores”.

Ante Fortunato, Marcelo explica su actitud diciendo que era cristiano y no podía militar en más ejército que en el de Jesucristo, hijo de Dios omnipotente.

Fortunato, ante un hecho de tanta gravedad, creyó necesario notificarlo a los emperadores y césares y enviar a Marcelo para que lo juzgase su superior, el viceprefecto Agricolano. En Tánger, y ante Agricolano, se lee a Marcelo el acta de acusación, que él confirma y acepta, por lo que es condenado a la decapitación.

Marcelo, hombre de paz y de fuertes convicciones, nos muestra el camino del martirio rojo, el martirio de sangre. Todos estamos llamados al martirio. Nuestro martirio quizá es blanco, el de todos los días, el de la entrega diaria, oculta, sencilla, haciendo el bien sin que se note nuestro protagonismo.

San Marcelo, haznos fuertes en la entrega diaria.

Fernando Cordero Morales, ss.cc.

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Contemplar o «instagramear»

Obra: O Cervo; autor: José Rodrigues; lugar: Vilanova de Cerveira (Portugal, Camino Portugués por la costa); año: 1985

Esta escultura de hierro situada en una de las colinas que abrigan Vilanova de Cerveira, a 225 metros de altitud, es perfectamente visible desde la orilla del río Miño. La he visto varias veces, pero nunca como en la última ocasión. A priori, nada en ella nos lleva a pensar en el Evangelio; tampoco en el Camino de Santiago.

Su autor, manifiestamente ateo, fue un reconocido agitador cultural y uno de los mejores exponentes del arte en la segunda mitad del siglo XX en Portugal. El respeto y el diálogo de sus obras con el contexto que habitan, parecen ser características que se cumplen en O Cervo. No molesta a la mirada: ni desde la línea del río, tampoco en un plano más corto.  

Al ocupar un punto alto, el lugar se presta a contemplar la desembocadura del Miño entre Camiña y A Guarda, con la espalda cubierta por la colosal estatua. Contemplar… Ese mirar activo, ese entrar en lo íntimo de la relación con Dios desde lo que percibimos por los sentidos, al menos así lo entiendo yo. Esta manera de contemplar es una de las querencias que los peregrinos manifiestan al echarse al camino. Sin embargo, algunas veces, te habrás encontrado con personas que buscan capturar las experiencias, coleccionar momentos, a golpe de likes, de stories que duran 24 horas, dificultando tu caminar.

Este consumismo tan particular ha convertido las altas colinas y los valles profundos -que han sido los preferidos para aquellos que buscaban un poco de paz, tranquilidad, reposo y oración- en portadas de revistas para viajeros compulsivos; pero peregrinar es otra cosa.

Escribía José María Rodríguez Olaizola, hace algún tiempo (Mosaico Humano, 2015, página 114) un relato que buscaba explicar la diferencia entre un turista y un peregrino; ir por la vida consumiendo experiencias solamente o algo más.

Creo que esta escultura, y todo lo que rodea a este mirador, es un excelente ejemplo para hacernos la pregunta: ¿somos peregrinos de los likes en las redes sociales o peregrinamos como buscadores, como personas agradecidas, contemplando más allá de la instantánea de moda? ¿Buscamos el diálogo, el encuentro, la profundidad?

Fátima Noya Varela

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