«Al principio creó Dios el cielo y la tierra. La tierra era un caos informe; sobre la faz del abismo, la tiniebla. Y el aliento de Dios se cernía sobre la faz de las aguas.
Dijo Dios: – Que exista la luz.
Y la luz existió. Vio Dios que la luz era buena y separó Dios la luz de la tiniebla: llamó a la luz «día» y a la tiniebla, «noche». (Gn 1, 1-5)
Tema publicado con la autorización de «Álvaro Fraile»
Hay una dualidad que está presente en toda realidad natural y humana. No hay día sin noche o vida sin muerte, aunque a veces nos empeñemos en que sólo se concrete en una de esas dos facetas.
Los opuestos no necesariamente se contradicen sino que más bien se complementan, interdependiendo el uno del otro, coexistiendo en perfecto equilibrio y armonía.
Todo está en cambio constante de manera natural, también las realidades humanas. Crecer en madurez implica muchas veces no alterar los cambios, sino abrazarlos con esperanza y agradecimiento. En la naturaleza, la propia historia, las relaciones humanas…la vida, en definitiva.
Susana Melero Leal